EXPOSICIÓN TEMPORAL

Contra la guerra

Obra plástica de Violeta Parra.

Entusiasmados por compartir y difundir la obra plástica de Violeta Parra, insuficientemente conocida, sucumbimos a la pretensión de entregar elementos que ampliaran la visión respecto de esta zona de creatividad y contribuyeran a la comprensión de una de sus obras más notables: la arpillera «Contra la guerra», que dialoga coherentemente con sus poemas y canciones. Estas claves para una lectura pertinente surgen de la explicación específica que la autora dio en algunas entrevistas respecto de este trabajo, en respuestas breves en francés, con dificultades para explayarse como lo habría hecho en español. Otras pistas las entrega la presencia del imaginario que constituye «Contra la guerra» en otras expresiones de su obra, que amplían poéticamente el significado local y literal que motivó la creación de la arpillera. Estas imágenes las encontramos en diversos textos de Violeta Parra: cartas, poemas y letras de canciones. Esto en un contexto de época y de situación: Violeta Parra en Europa, durante los años 1962-1963.

Compone las arpilleras tras haber participado en el Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, en Finlandia, bajo el lema ¡Por la paz y la amistad! Era 1962, el año de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarme celebrada en Ginebra, ciudad donde instaló su casa-taller; año en que Juan XXIII inaugura el Concilio Vaticano II y prepara su encíclica Pacem in Terris, intentando poner al día a la Iglesia Católica respecto de los cambios que vive la sociedad. Es la década en que se inicia el movimiento hippie, pacifista. En 1962, también, se rompen las relaciones diplomáticas entre Chile y Bolivia; y es el año de la crisis de los misiles en Cuba y el peligro de guerra nuclear que significó aquello en plena guerra fría. Violeta Parra es pacifista, pero rechaza la pasividad y la indiferencia. La vemos en una fotografía marchando en una manifestación, entre la gente, rodeada de pancartas que llevan el signo de la paz. Se ve silenciosa. Siente que no basta marchar y que debe construir un alegato contra la guerra que tenga resonancia: «si protestara contra la guerra nadie me escucharía. Pero así sí: todo el mundo me escucha y me cree». En 1963 Violeta Parra termina su arpillera «Contra la guerra», expresando su sensibilidad por estos sucesos y discusiones. En ella está su opinión sobre la paz, sobre la(s) Iglesia(s), sobre el pueblo mapuche, sobre un país y un mundo convulsionados.

Violeta Parra, «mujer árbol florido» como la describiera su hermano Nicanor, simboliza la humanidad en cuatro jardines humanos, cuatro personajes diversos son amantes de la paz. Uno de ellos, de color violeta. Decía que toda pintura se puede cantar y que toda canción se puede pintar. Hagamos entonces las conexiones, evocando sus propias palabras en un ejercicio de observación que ha eludido caer en sobreinterpretaciones muy sofisticadas. Es un atrevimiento. Tal vez la obra de arte no necesita «explicación»; pero creemos que no es irrespetuoso tomar su obra para que el público tenga más elementos para enriquecer sus interpretaciones y con sus lecturas completen la obra. Es mediación, en cierto sentido, que ella también hizo: «Yo tomé los cantores populares para darles a conocer su alma». ¿Por qué no compartir las miradas para conocer mejor el alma de Violeta Parra, que es el canto de todos?

Jorge Montealegre Iturra