Dibujos
Frecuentemente se ha considerado al dibujo como una rama o género menor de la pintura o como un instrumento preparatorio de aquella con reducido valor en sí mismo.
Grandes artistas han rectificado esa idea haciendo del dibujo una expresión con luz propia de valores únicos.
Entre otros recordemos: Los croquis con pluma, pincel, tinta china y aguada de Rembrandt. Los Caprichos de Goya, compuestos por 80 grabados realizados en técnica mixta de aguafuerte, aguatinta, punta seca y buril. Los magistrales dibujos a la pluma de Van Gogh entre 1888 y 1890. También los formidables dibujos y afiches de Henri de Toulouse Lautrec. Los cuadernos de dibujo de Picasso, muchos de los cuales fueron estudios preparatorios de sus pinturas y esculturas pero otros poseen autonomía propia revelando una visión artística íntima y personal. Más cercanos los dibujos de Rafael Barradas y de Carlos Alonso afirman el concepto de autonomía del dibujo en relación a otras expresiones.
También tengamos presente otras líneas de trabajo en los aportes cercanos de Saúl Steinberg, Jacques de Loustal, Jacques Tardi, Hugo Pratt, Menchi Sabat o Mario Buela, entre otros cultores. En la arquitectura el croquis ha sido por mucho tiempo, desde Miguel Ángel y Piranessi a Le Corbusier y Vilamajó, la herramienta eficaz que genera el proyecto, aún en los tiempos presentes destacados por el colosal desarrollo de la informática que ha revolucionado la práctica y el oficio de la arquitectura.
Luis Díaz y Arturo Villaamil se insertan en esta tradición de dibujantes y artistas. Ambos son entrañables amigos personales, uno Platense y el otro Celeste -Bretón, uno hincha visceral de Gimnasia y Esgrima de La Plata y el otro Bolso-Tricolor a muerte. Ambos comprometidos con sus circunstancias y su tiempo. Ambos relevantes arquitectos. Ambos talentosos dibujantes y es por allí que comienza esta historia. Cuando escribo estas líneas aún no se conocen y esta exposición inicia el diálogo a partir de su obra.