Los otros rostros de Colombia
Colombia es un país de máscaras escondidas. Es lejos de las grandes ciudades, en parajes y pequeños pueblos, donde máscaras poco conocidas cobran vida en celebraciones, ritos, fiestas populares y carnavales. La diversidad de máscaras en cuanto a su origen (hispánico, indígena y africano), es el resultado de siglos de sincretismo cultural, entre la tradición cristiana, las costumbres indígenas y la nueva realidad de africanos traídos como esclavos a estas tierras.
La exposición “Los Otros Rostros de Colombia. Colección de máscaras latinoamericanas Claudio Rama” es realizada gracias a la gentileza y el apoyo de la Embajada de la República de Colombia en Uruguay y el MAPI – Museo de Arte Precolombino e Indígena, de la Intendencia Municipal de Montevideo. En la misma se podrá apreciar diez manifestaciones culturales con sus máscaras más representativas. Entre ellas están las utilizadas en las fiestas del Carnaval de Riosucio, el Carnaval de Barranquilla, las fiestas patronales campesinas del departamento de Boyacá, los rituales tikuna de la selva amazónica, los carnavales de Ibagué, las Cuadrillas de San Martín, las manifestaciones populares en la Vereda de San Andrés en Girardota, en la ciudad de Rio de Oro en el César y en el Valle de Sibundoy.
Algunas de estas manifestaciones mascareras están muy difundidas, pero en su mayoría son expresiones poco conocidas fuera de sus lugares de origen. En todas ellas se aprecian las huellas de la hibridez que ha surgido del mestizaje social y cultural entre europeos, indígenas y africanos, y que han marcado la historia de Colombia y de toda nuestra América. Pero también encontramos manifestaciones culturales que no han tenido casi modificaciones, como los rituales tikuna en la selva amazónica. Como parte de otro mundo cultural, estas piezas hechas de corteza de árbol muestran la íntima relación con la naturaleza. O también como las máscaras utilizadas por los indios del Valle de Sibundoy en el Alto Putumayo, expresión ancestral de los indígenas inga y kämentsá y utilizadas en las ceremonias antiguas del yagé.
Las más conocidas han sido las máscaras del Carnaval de Barranquilla (declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO). Esta fiesta popular, originada en el siglo XIX, convoca a millones de personas y a múltiples variedades culturales y folclóricas del caribe colombiano. En este carnaval se utilizan disfraces que invocan a distintas especies animales, personas, seres mitológicos, con un sin número de invenciones y ocurrencias todos los años. La mayor parte de las máscaras son portadas-bailadas en las bacanales en días calurosos de jolgorio que alguna vez tuvieron una impronta más religiosa. Entre las máscaras más tradicionales destaca la Marimonda, hecha con una nariz larga y unas grandes orejas para ridiculizar a la ‘alta sociedad’.
Como en el resto de nuestra América Latina, las máscaras colombianas de Diablos, insertas en una trama-danza entre el bien y el mal, como en los carnavales de Barranquilla o Riosucio, constituyen testimonios de la evangelización europea a la vez que elementos de resistencia cultural de los distintos pueblos, grupos e individuos oprimidos desde la época colonial. Otra manifestación mascarera de origen europeo presente en Colombia es la Danza de los Matachines. La misma se desarrolla en múltiples pueblos de la Antioquia minera, en El Tolima de los Pijaos o en la ciudad de Ibagué. El “Matachín”, era en su génesis europea el bufón enmascarado o persona ridícula, pero también una danza de coronación del cacique o de preparación de guerras practicadas por distintos pueblos originarios. Ambas manifestaciones nos recuerdan el entramado de la historia de nuestro continente, los aportes de los distintos grupos o sociedades, los sincretismos, las imposiciones, las resistencias y los peligros, hoy más vigente que nunca, que acechan la mayor riqueza de América Latina, su diversidad cultural.
Como muchas de las piezas de mi colección, estas han sido adquiridas a lo largo de muchos años. Durante esta pesca mascarera en Colombia, muchas personas e instituciones me ayudaron. A los cuales agradezco profundamente, especialmente a la Universidad Nacional Abierta y a Distancia (UNAD), y a muchos de sus equipos, gracias a la cual he tenido largas temporadas de trabajo y múltiples recorridas por diversos pueblos.
Eco. Claudio Rama.